martes, diciembre 15, 2009

Misa de Celebración por mi Vigésimo Aniversario

Los que han seguido mi blog, saben que a lo largo de estos meses he tenido un chorro de aprendizajes. Uno pensaría que en veinte años se pueden aprender más cosas que en unos cuantos meses (veinte años, suena a mucho ¿no?, y yo me siento nuevecita) pero parece que no es así. A veces parece que hasta que pasa algo malo, las cosas quedan bien grabadas. Tal vez es que la vida siempre nos ha mandado lecciones, pero por las necedades de uno, se las enviamos de regreso directito por donde nos las mandó. Hasta que la cansamos y nos manda tremendo susto para que solitos nos grabemos lo que siempre nos había querido decir. Es su forma de decirnos: te lo dije. (Menso) Y es que no somos tan sabios como nos creemos. No quiero venir a desilusionarlos en mi cumpleaños, pero no es cierto que siempre tenemos la razón. Si ese fuera el caso, no nos preguntaríamos ¿por qué me pasa esto a mí? Sabríamos que se trata de un regalo y que allá nosotros si lo abrimos o no. (Por suerte, yo si abrí el mío) Y que lo que hay que hacer es agradecerle a Dios tener la sabiduría suficiente.

Entre las cosas que aprendí fueron: apreciar las cosas que nos maravillan a nosotros solitos, aunque el de junto no sonría por lo mismo. Transformar los deseos en propósitos, pero que no por eso está mal echar moneditas en la fuente, es más, es sano. Hacer las cosas porque nos convencen a nosotros mismos, sin importar lo que piensen los demás, etc. Vamos, hasta un episodio ecológico tuve.

Pero sin duda alguna tuve una lección importantísima. Más importante que cualquiera de esas. La lección más importante me recordó a Harry Potter (por favor no se rían de mí, juro que cumplo veinte años) Cuando él era tan sólo un bebé sufrió el terrible hechizo avada kedabra, que debió matarlo al instante, pero no lo hizo. No lo hizo porque estaba protegido por una fuerza superior a todo: el amor. El amor que su mamá tenía por él. Y esa fuerza también me protegió a mi. Pero no sólo el amor de mi mamá, o de mi papá o mis hermanas; sino el de todos ustedes. Imagínense el nivel de súper poderes. Y aunque yo no tengo una cicatriz supercool en forma de rayo en la frente (pero sí tengo una de alcancía en la panza.) lo que tengo es la certeza del amor que fluye en esta comunidad. Bien le llaman "el escudo de amor".

Lo que sí tengo es la seguridad de cuánto los quiero, y los voy a seguir queriendo. Parece que, después de todo, J.K. Rowling sí era un poco sabia porque resulta que todos vamos caminando por la vida con la cicatriz en nuestras frentes. Yo volví al mundo el día que me di cuenta que el amor es lo más importante. De cuánto los quería y el amor que todavía tengo que dar.

Así que quiero agradecer a Dios por estos 20 años llenos de amor, porque lo más importante en esta vida es cuánto has amado.
Los quiero mucho y ya no les quiero echar rollo. Simplemente agradecerles por haberme acompañado, y, citándome a mí misma: "A vivirla".

Mariana López González

13 de diciembre de 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario