lunes, septiembre 14, 2009

Carta a Mariana

Escribí esta carta un día después de la operación de Mariana, hace dos meses. La comparto ahora porque los temas que escribí en este texto siguen estando vigentes, aunque como bien dice mi hermano Gabo, ahora hay que ver hacia adelante. 
En estos días, con tu problema de salud, me tropecé con dos viejos conocidos en mi vida, a los cuales tenía mucho tiempo de no frecuentar: las lágrimas y los rezos. Como todos, aprendí a llorar cuando nací y poco a poco fui perdiendo el hábito. En cuanto a los rezos, Coca y Ray se encargaron de que aprendiera a hacerlo bien, tú sabes que esa parte se la tomaron muy en serio. Con el paso del tiempo fui perdiendo ese par de muletas. Sin embargo, con esta noticia respecto a tu salud, he tenido que echar mano de aquellos viejos conocidos, porque ha sido demasiado fuerte para mí ver y no entender lo que te ocurría.
Con todo esto he confirmado que los hijos de mis hermanos, y mira que tú fuiste la primera en esa categoría, me hacen muy feliz con sus alegrías, me enorgullecen con sus logros y me preocupan con sus problemas –ya sabes, como buen López Calva me preocupo fácilmente-. Todo esto de una manera muy intensa.
Y fue precisamente después de algunos días de lágrimas y rezos que me di cuenta que tú y todos los hijos de mis hermanos son más que mis sobrinos, que en realidad son medio-hijos. Ya sé, ese término no existe, pero si existen los primos-hermanos y los medios-hermanos, pues ahora yo he inventado esta categoría: media-hija ó medio-hijo. Eso describe mejor lo que siento por todos ustedes, mucho mejor que la palabra sobrino. De ahora en adelante serás mis media-hija Mariana, y también son mis medio-hijos Paulina, Daniela, Jerónimo, Diego y Emilia. Y los que lleguen más tarde.
Cambiando de tema, te quiero platicar que en medio de toda esta tormenta que fue tu repentina operación, algo muy positivo salió a flote. El amor. La tormenta arrojó al amor a las playas de esta familia. Tú no has podido darte cuenta, pero yo puedo decirte que estás rodeada del amor de muchísima gente, de toda la gente que te conoce y aun de la que no te conoce. ¿Sabes cuánta gente ha estado aquí en el hospital, cuántos más desde Puebla están al pendiente de ti, cuántos estuvieron rezando durante tu operación? ¡No lo creerías, Mariana! Una multitud, una multitud movida por el amor. Debes sentirte muy orgullosa de eso y debes tomar fuerza del amor que toda esta gente te tiene. Con muchas ganas y otro tanto de paciencia pronto estarás nuevamente en casa, rodeada de todos los que te queremos.
Te mando un beso con mucho cariño.
Tu tío Pablo.

P.D. Extraño mucho tus comentarios en mi blog. Espero que te recuperes pronto para tener de regreso a una de sus lectoras más inteligentes.

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