domingo, septiembre 27, 2009

Otro ángel, el nuestro.


                En los primeros días del proceso postoperatorio de Mariana, todo un viacrucis familiar, Gaby escribió un texto muy bello donde habla de un "escudo de amor" que ha rodeado a Mariana y nos ha protegido a todos en la familia durante este período de prueba que estamos todavía viviendo y que parece todavía tener por delante bastante tiempo.
                Este texto afirma que este escudo está formado por mucha gente que quiere a Mariana y nos quiere, gente cercana y no tan cercana pero que tiene una especial liga con nosotros. A todos ellos, les llama "nuestros ángeles de la guarda" y aunque suene exagerado o hasta cursi para algunos, lo han sido sin lugar a dudas durante estos dos meses y pico.
                Hoy quiero hablar de otro ángel, el más cercano, el nuestro. Quiero hablar de la persona que sostiene anímicamente a toda la familia y es el eje en torno al cual gira nuestra vida en común y aún así tiene tiempo de ser un ángel para otros, para todos los que tienen la fortuna de cruzar en su camino.
                Nuestro ángel  despierta siempre de buen humor y hace menos difícil el aterrizaje cotidiano de todos nosotros desde la cama hasta el mundo real. En general nosotros tardamos en despertar y estar listos, pero ella está siempre despierta y lista para lo que se le necesite (menos a la hora de ver una película de noche, porque ahí sí que el sueño gana la batalla). Se trata de un ángel que es bello por fuera y por dentro y que está siempre pendiente de lo que los demás necesitan aún a costa de sus propias necesidades.
                La estancia en el hospital con Mariana fue una experiencia durísima. Yo andaba como en la nubes, como en una pesadilla y tratando de cargar conmigo mismo o con lo que ha ido quedando de mí…qué esperanzas que tuviera tiempo o ánimo para sonreírle a los de junto entablar conversaciones con los desconocidos que me rodeaban. Para nuestro ángel bastaba un espacio de cinco o diez minutos y ya sabía los nombres de cada enfermera, camillero o médico, y ya estaba conversando con los familiares de los demás pacientes, com-padeciendo con ellos sus propios problemas e historia, haciendo oración por sus familiares, llevando regalos o haciendo llamadas o favores a todos.
                Aún los familiares más difíciles, los más prepotentes o aparentemente insensibles terminaban platicando con ella animadamente y compartiendo sus sentimientos con lo cual ella en lugar de preocuparse más o cargar un mayor peso emocional, parecía ir comprendiendo y asimilando el dolor propio a través de la comprensión del sufrimiento del prójimo.
                "¿Hola, qué tal? Habla Lulú, la esposa de Alejandro el "vecino" de Mariana en terapia intensiva. Quiero preguntar como va Marianita y compartirles que ya llevamos dos días en terapia intermedia".
                "Hola, habla la sobrina de Adriana, la persona que estuvo con un derrame cerebral en terapia intensiva y que tuvimos que llevarnos al ISSSTE porque se agotó su seguro. Me pidió mi mamá que preguntara cómo va Mariana. Les deseamos lo mejor, que se recupere pronto. Mi tía está muy grave todavía, no reconoce a nadie, parece que va a tener daños irreversibles2.
                "Tienen visitas aquí afuera". Salgo y encuentro a la mamá de Ricky. A él lo operaron de un tumor en el estómago, que pesó más de tres kilos y que desgraciadamente resultó maligno. Si mi ángel estuviera aquí junto –cómo la extraño siempre que salgo de viaje por trabajo, cómo la extraño ahora y la extraña nuestra vida cotidiana- me diría el nombre de esta señora , pero no está y ahora yo no lo recuerdo. "Vengo a preguntar por Mariana", "¿Quiere pasar a verla?" "Sí, claro. Con gusto. Hola, Mariana, yo soy la mamá de Ricky, solamente quería conocerte y decirle que le eches muchas ganas a tu recuperación. Rezamos mucho por ti".
                "Hola, Martín, soy Jeanette. ¿Me recuerdas? La esposa de Rubén, el que estuvo en terapia intensiva con Mariana por el cáncer de colon. Vengo a visitar a mi amiga y a ver a Marianita. Vamos a seguir rezando por ella. Mi esposo ya está mucho mejor. Verán que Mariana se recupera. En toda mi comunidad de la iglesia cristiana están pidiendo también por ella. Dios está con ustedes.
                Estos son solamente algunos ejemplos del modo en que nuestro ángel se mueve por el hospital como en su casa y ahora por el centro de rehabilitación también. Saludando a Carmelita, a Modes, las dos secretarias que controlan el acceso a terapia intensiva, comentando el punto con Trini, la vigilante más dura, pero que se volvió más amable con nosotros por esta amistad con nuestro ángel.
                Así es nuestro ángel. Se mueve por el mundo abriéndole a los otros miradas diferentes al mundo. Camina por la vida dando vida a los demás y dándose ella misma, entregando su propia vida.
                Yo he tenido el privilegio de ser su amigo, su novio, su esposo, el papá de sus hijas, su profesor, su compañero de viaje. No hay muchas cosas que hayan sido más importantes en mi vida que este caminar junto con ella. El nacimiento de nuestras hijas y el renacimiento de Mariana son sin duda otros de estos momentos de profunda Gracia de Dios en mi vida, pero estos momentos me han sido regalados por Dios a través de su entrega generosa y de esa incansable manera de vivir los días con tal intensidad que mueve el mundo pero con tanta alegría que marca para siempre el corazón de quienes tenemos el privilegio de ser parte de su vida.
                Se llama Gaby y es otro ángel, nuestro ángel. El ángel que nos refleja a Cristo con su vida, sin necesidad de rollos o preocupaciones discursivas o rituales, el ángel que necesitamos para seguir luchando en la adversidad y también para aprender a gozar de todo lo bueno que la vida nos sigue regalando.
Martín López Calva

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